Bicentenario de América como arqueología de la identidad latinoamericana: la expo llega a Bolivia y Perú
En el imaginario colectivo latinoamericano, la independencia no es simplemente un evento histórico delimitado en el tiempo, sino una dimensión existencial que sigue palpitando en las venas de la conciencia continental. En esta perspectiva se inscribe la próxima edición del Bicentenario de América, manifestación artística concebida y orquestada por el visionario Jaime Vallardo Chávez, figura emblemática en el panorama del arte naif.
El Bicentenario representa algo profundamente distinto a las muestras habituales: es un museo itinerante del alma latinoamericana, un contenedor en movimiento que reúne no solo obras de arte, sino fragmentos de identidad, memoria colectiva y aspiraciones futuras. Como observa el propio Vallardo, “América tiene mil colores pero una sola voz” —una reflexión que penetra el corazón de la complejidad cultural continental, donde la diversidad no se ve como fragmentación, sino como riqueza polifónica
La dimensión participativa y compartida del Bicentenario de América
La singularidad del evento radica ante todo en su extraordinaria dimensión participativa. Más de 600 artistas de todo el continente han respondido, a lo largo de las ediciones, a esta llamada creativa, transformando la celebración en un fenómeno de participación espontánea y auténtica. No se trata de una mera colección de obras, sino de un diálogo interamericano que atraviesa fronteras geográficas, lingüísticas y culturales.
Cada artista se convierte en testigo e intérprete de la independencia y de su propia cultura. Las obras expuestas van desde expresiones pictóricas tradicionales hasta las más experimentales, reflejando la complejidad antropológica de un continente que ha construido su identidad mediante procesos de sincretismo, resistencia y reinvención cultural. La participación de artistas de todo el subcontinente conforma una trama narrativa compartida, donde cada país aporta su especificidad histórica, tradiciones estéticas y contradicciones sociales, contribuyendo a un mosaico que celebra simultáneamente la diversidad y la unidad continental.



El arte como diagnóstico social
El Bicentenario de América trasciende la dimensión conmemorativa para adoptar los rasgos de un diagnóstico cultural contemporáneo. Las obras expuestas no solo celebran el pasado, sino que ayudan a interrogar el presente e imaginar el futuro. Como destaca el manifiesto del evento, el arte se convierte en “una herramienta poderosa para el cambio social y la reflexión”, transformándose de representación a instrumento de transformación.
Esta perspectiva es especialmente significativa en el actual contexto latinoamericano, marcado por complejos desafíos sociales, económicos y ambientales. El arte se convierte entonces en un territorio de negociación entre memoria histórica y urgencias contemporáneas, un espacio donde se articulan visiones alternativas de desarrollo, justicia social y sostenibilidad. No hay simplificaciones: la identidad latinoamericana demanda un enfoque que abarque contradicciones, tensiones y estratificaciones culturales. El arte se revela así como arqueología de la identidad, que excava en las capas profundas de la conciencia colectiva para iluminar narrativas ocultas, voces marginadas y perspectivas alternativas.


Una extraordinaria resonancia mediática del Bicentenario de América de Jaime Vallardo
La cobertura mediática lograda por el Bicentenario de América constituye un fenómeno de especial relevancia en el panorama cultural latinoamericano. Esta manifestación ha captado la atención no solo de especialistas en arte, sino también de políticos, intelectuales, educadores y ciudadanía en general. Este interés amplificado demuestra la capacidad del evento para captar sensibilidades colectivas profundas y responder a necesidades identitarias que trascienden las élites tradicionales del arte.
Los medios continentales han identificado en el Bicentenario una narrativa compleja y auténtica de latinoamericanidad, una propuesta cultural que escapa a los estereotipos folclóricos para ofrecer una visión articulada de la identidad continental. La cobertura ha destacado especialmente la dimensión itinerante del evento, que convierte cada etapa en un momento de regeneración cultural local y, simultáneamente, de conexión con una dimensión continental más amplia.
Perspectivas futuras: el arte como proyecto continental
El Bicentenario de América se perfila como un proyecto cultural continental que utiliza el arte como herramienta de construcción identitaria e imaginación política. La filosofía subyacente revela la convicción de que el arte puede actuar como catalizador de procesos de transformación social y como espacio para la elaboración de visiones alternativas del futuro continental.
La experiencia de ediciones anteriores —desde etapas en Perú hasta Brasil— demuestra la capacidad del evento para adaptarse a los contextos locales sin perder su identidad conceptual. Cada etapa se convierte en un laboratorio de experimentación cultural, un espacio donde artistas locales y continentales dialogan, debaten y elaboran nuevas síntesis expresivas.
Una invitación a la co-creación continental a través del boceto fusionado
La próxima edición del Bicentenario de América adquiere una dimensión aún más significativa gracias a la convocatoria abierta lanzada por Vallardo Chávez, que transforma el evento de exposición en un proceso participativo de co-creación artística. La invitación a artistas de todo el continente americano —y más allá— para celebrar el Bicentenario en Perú y Bolivia revela una concepción del arte como territorio compartido de memoria colectiva.
La modalidad operativa introduce un elemento de gran interés antropológico: el “boceto fusionado”, donde cada artista pinta en la mitad de una hoja, dejando la otra mitad para la intervención de Vallardo. Esta práctica convierte el acto creativo en un diálogo inter-artistico, un proceso de hibridación estética que refleja simbólicamente el sincretismo cultural latinoamericano.
El resultado, la llamada Obra Patrimonio de América, trasciende la autoría individual para convertirse en testimonio de una creatividad colectiva que rompe los límites personales. Este método participativo refleja una concepción profundamente democrática del arte, donde la creación es un acto de ciudadanía cultural. Cada artista, independientemente de su nacionalidad o experiencia, puede contribuir a la creación de un archivo visual de la memoria continental, convirtiéndose en guardián e intérprete de la narrativa bicentenaria.
El Panteón de los artistas Patrimonio de América: inmortalizar la idea y la creatividad
La instauración del título “Artista Patrimonio de América” se configura como una de las prácticas más radicales y filosóficamente densas del proyecto bicentenario. No se trata de celebrar glorias presentes, sino de resucitar la creatividad; Vallardo Chávez se convierte en el guardián de un patrimonio donde la muerte física no detiene el diálogo artístico, sino que lo transforma en eternidad simbólica.
Cada artista distinguido ya ha cruzado la frontera de la existencia, pero sigue hablando a través de las obras que dejó como testamento estético. Pancho Fierro dialoga aún con el brasileño Mestre Vitalino, con Efraín Portillo (Honduras), Ediberto Mérida (Perú), José Cipriano Da Silva (Brasil). Todos artistas unidos por una herencia profunda y la simultaneidad de la memoria. Esta práctica de canonización póstuma revela la concepción del arte como territorio de supervivencia ontológica.
La muerte del cuerpo no borra el legado creativo; al contrario, lo purifica y lo destila en su esencia más profunda. El hondureño César Rendón, la colombiana Rossana Gómez, la argentina Manuela Cesaratto, el peruano Leoncio Tineo, el brasileño Marco de Souza —todos se convierten en habitantes de un tiempo suspendido y eterno. El Bicentenario de América opera así una democratización póstuma de la inmortalidad artística.
La próxima edición del Bicentenario de América se presenta, por lo tanto, como una oportunidad irrepetible para asistir a un fenómeno artístico y cultural de alcance continental, un momento en que el arte latinoamericano contemporáneo revela su extraordinaria vitalidad y complejidad, ofreciendo al público no solo una experiencia estética, sino una ocasión de profunda reflexión sobre las identidades, memorias y aspiraciones del continente americano